Este ensayo de Ezquerro se presenta desde
el título como un enigma, lo cual no es sorpresivo ya que trata sobre otro
cuento, de Quiroga, que es, a su vez un enigma resuelto. El ensayo es de
análisis textual, es decir, todo su interés y atención se centra en el cuento.
El objetivo es descifrarlo, interpretarlo, entenderlo en un nivel más allá de
lo anecdótico, es decir, en un nivel simbólico.
Ezquerro
estudia las estrategias narrativas, el espacio, el tiempo, el narrador y los
personajes de la historia. Es decir, estudia a profundidad cada uno de los
elementos que construyen una obra.
En su decálogo, similar al de Poe,
Quiroga afirma que el autor debe saber el final de su historia, antes de
empezarla. Si este es el caso, podrá controlar de manera consciente toda sus
decisiones en el texto. Ezquerro encuentra varios indicios anticipatorios
sembrados en la trama. Dichos indicios se grabarán de manera inconsciente en la
mente del lector en una primera lectura:
· Palabras que connotan frío y rigidez.
· Estación invernal.
· La noche permanente.
· Mención a la cabeza de Alicia, momentos
antes del desenlace.
· Enfermedad como “fluencia”.
· Alucinaciones de Alicia con monstruos
(¿de almohadón?)
El espacio donde se desarrolla la
historia es frío, cerrado, oscuro. Una vez adentrados en la casa, ya no
volvemos a salir. Salvo en la escena del jardín. Esta escena representa un
distensión en la trama, un momento de relajación previo al desenlace final. Así
pues, el espacio no presenta fisuras ni
escapatorias, adentro de la casa blanca, en silencio y fría, la heroína es
víctima.
Las indicaciones de tiempo sirven para
acrecentar la tensión. Tenemos, en primera instancia, tres meses de luna de
miel. Este es un tiempo indefinido, pero en el que ya se presiente un problema.
A esto, le sigue una mención de días y, finalmente, el monstruo “en cinco
noches, había vaciado a Alicia”. El tiempo construye la tensión y lo hace de
manera irreversible.
El
tiempo de la trama es, “tiempo pulsátil”, responde a intereses internos. En
este caso, su pulso va en oposición al de Alicia y en concordancia, quizá, con
el de Jordán.
En un tercer apartado, Ezquerro sugiere
por primera vez su interpretación: el monstruo es Jordán. Para fundamentar su
lectura, a ella, Alicia la pinta como una víctima ideal: es rubia, como símbolo
de cálida, y sumisa. El animal que la mata, tiene en primera instancia una boa,
pero después hay un aparente desliz en la voz narrativa que llama a esta boca,
“trompa”, ¿símbolo fálico?
Jordán
por su parte es alto e impasible. Resiste con ecuanimidad la enfermedad de
Alicia. Su angustia se muestra en sus vaivenes sobre la alfombra. En un
análisis puntual del nombre de Jordán, Ezquerro encuentra que se trata del
nombre de un río, un fluir, una fluencia. La enfermedad de Alicia encuentra
pues, su variante en el nombre de su marido.
Por último, Ezquerro reafirma su postura.
El monstruo es Jordán. Para ello, conjunta todas las piezas sueltas y cimenta
su interpretación. La “trompa” del animal que succiona la sagre de Alicia, el
vaivén de Jordán, la luna de miel y los meses subsiguientes son una imagen de
la relación sexual destructiva. El macho es también vampiro que va matando a la
mujer como víctima. Por un lado tenemos la frialdad impasible y, por el otro,
la calidez que no logra expresar sus emociones.
Se
trata con esta interpretación, claro está, de un nivel simbólico. La anécdota
se cumple con la muerte de Alicia y el descubrimiento del monstruo. La
interpretación simbólica hace del descubrimiento, un encuentro. Jordán y el
monstruo son uno solo.
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