El objetivo central del
ensayo de Ezquerro es analizar las modalidades narrativas de El beso de la mujer araña con el fin de aclarar los motivos de su “heterogeneidad”.
Para esto, lo primero que debe hacer es el análisis de dichas modalidades en el
texto.
El análisis ubica como primer punto a destacar la falta de un narrador tradicional, en
primera o tercera persona, que adopte las funciones que normalemente le
corresponden: descripción, narración, etc. En cambio, tenemos diálogos.
La mayor parte de la novela está formada por diálogos
entre los dos personajes principales: Valentín y Molina. A diferencia del
teatro o del cine, los diálogos no tienen ninguna
indicación tipográfica, ni dicendi,
ni acotaciones al margen. No tiene ningún soporte visual que indique al
personaje que habla. La acción se vuelve, de esta manera, auto-narrada.
Estos diálogos, por su parte, no modifican la estructura
principal de la obra como novela. A pesar de la ausencia de narrador, Puig se
encargó de diferenciar su novela de lo que podría ser, a su vez, una película u obra de teatro basada en
ella. Es decir, El beso de la mujer araña, a pesar de la variedad de sus modalidades narrativas (o quizá por
ellas) sigue siendo una novela.
El personaje que narra
La modalidad narrativa más cercana al modelo que tenemos del
género novelesco, es la que encarna la voz de Molina. Éste se dedica a narrar
películas, actuando dentro de la novela el papel de narrador, en una puesta
en abismo.
Este narrador nos deja ver lo que puede ser un “verdadero”
narrador, quien proyecta sus cualidades e intereses en lo narrado. También
representa el acto narrativo en sí mismo, como un hecho que recrea la realidad para modificarla,
recrearla, soportarla. Es un acto hasta cierto punto revolucionario, como
el de Valentín: “Narrar es construir un mundo conforme a su propio de seo y a
su propia ley, narrar es hacerse dueño del destino, del tiempo, del espacio, de
la libertad.” (182)
Frente a lo que Ezquerro llama el “narrador
borrado”, Molina construye y modifica con su narracción su experiencia. El
núcleo central lo constituyen seis películas, todas ellas de amor, con aspectos
fantásticos y de intrigas. Estas
películas van a ir integrándose al núcleo de la historia y le darán su
significación final. Molina se convierte en una heroína, al sacrificarse
por su amor. Y Valentín, en un galán de telenovela que ha soportado la tortura
por sus ideales.
Diálogos entre Molina y Director
Estos
diálogos se distinguen de los de Molina-Valentín, porque aquí sí se indica el nombre del personaje. Este
hecho es significativo, y da pie a varias interpretaciones. Una de ellas, es
que, en lugar de una conversación íntima, estamos frente a un interrogatorio oficial.
Monólogos
La manera de distinguir
los monólogos del resto de la escritura se encuentra en la diferencia tipográfica:
uso de cursivas. Los monólogos
aparecen en tres ocasiones distintas. En las tres, se trata de experiencias límite, en las cuales los
personajes, enfermos o torturados, deben suministrar su propio alivio.
Estos monólogos revelan la intimidad y evolución del
personaje, nos muestran lo que han cambiado en el transcurso de la novela ya
que, en el caso de Valentín, por ejemplo, sus imágenes están influenciadas por
las películas de Molina.
Informes y documentos
Esta es la voz de la
autoridad, la voz represora que
aporta, a su vez, gran parte de la anécdota. Ella nos cuenta, por ejemplo, el
desenlace de Molina. Al tratarse de una voz impersonal, casi la de un narrador
objetivo en tercera persona, aporta también el suspenso.
Las notas
Se trata de una escritura de la periferia. Las notas no comparten el mismo lugar espacial que el
resto del escrito, su jerarquía es la de la subordinación. No obstante, en
ellas se filtra la voz más autoral,
la de ese narrador ausente. Y su intención es justificar-describir a los personajes, especialmente a Molina. De
aquí que casi todas ellas traten del tema de la homosexualidad y su
justificación teórica.
En conclusión, las
modalidades narrativas son diversas y heterogéneas en la novela de Puig. La
explicación de esta diversidad la da Ezquerro en las conclusiones. “No es pues
fortuiro que, en una novela que pone en escena tantos aspectos del poder
represivo, la función narradora, portadora del signo de la Ley, aparezca
fragmentada, conflictiva, desembrada”(195)
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