Wednesday, 20 February 2013

De la traducción



La traducción es una de las creaciones más ingratas. Existe la idea bastante tradicional y cerrada de que el traductor debe servir de instrumento invisible a la obra traducida; debe desaparecer en su trabajo. Esto puede considerarse válido, si creemos que el autor debe también desaparecer; reducir a la nada su autoría. Ambos, sin embargo, traductor y creador realizan un trabajo similar. La diferencia radica en que el primero está bajo una “libertad vigilada”, según Ezquerro. Es decir, debe reproducir el semiotopo del texto original de manera a que lo único que cambie es su código lingüístico.   
          Esto, no obstante, es imposible. La complejidad del texto impide una traducción literal, única. Se presenta el dilema de reproducir la lengua extranjera en las “exigencias peculiares” de la lengua en la que traduce el texto. Se realizan varias tentativas y ninguna será la definitiva.
        El trabajo del traductor guarda cierta semejanza con la escritura del académico. Ambas son de segundo grado, es decir, sobre un texto. En ambos casos estamos hablando de una actividad que afecta el texto original y al idiotopo Alfa. Mientras que el texto crítico me aporta un nuevo acercamiento (interpretación-comprensión) del texto original y su idiotopo, la traducción me da un texto distinto del original. 

  • De manera que no podemos decir, que leemos tal novela china o islandesa. Leemos, en realidad, la traducción en español de tal novela.
  • Lo mismo podemos decir de los cuentos de Edgar Allan Poe traducidos por Cortázar o Las Hojas de Hierba de Whitman traducidos por Borges. En ambos casos, leemos a Poe-Cortázar, Whitman-Borges.

La diferencia entre académico y traductor es la libertad creativa que tiene el primero respecto al segundo. El traductir tiene que reproducir de manera más fidedigna el semiotopo cultural, social, textual del texto original.
Por último, sorprende que a pesar de la distancia que existe “entre los componentes socio-culturales, las condiciones de observación” del texto y el lector, distancia casi abismal cuando se trata de culturas tan dispares como digamos la japonesa y la mexicana, o culturas tan alejadas en el tiempo, como la Grecia Antigua, a pesar de ello siga existiendo una comunicación significativa entre ambos. Esto debe causarnos gran admiración no sólo por el texto original, sino por la labor de traducción capaz de llenar la “indeterminación de los códigos lingüísticos y de los sistemas textuales”.

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