La traducción es una de las creaciones más ingratas. Existe la idea
bastante tradicional y cerrada de
que el traductor debe servir de instrumento invisible a la obra
traducida; debe desaparecer en su trabajo. Esto puede considerarse válido, si
creemos que el autor debe también desaparecer; reducir a la nada su autoría.
Ambos, sin embargo, traductor y creador realizan un trabajo similar. La
diferencia radica en que el primero está bajo una “libertad vigilada”, según Ezquerro. Es decir, debe reproducir el semiotopo del texto original
de manera a que lo único que cambie es su código lingüístico.
Esto, no obstante, es
imposible. La complejidad del texto impide una traducción
literal, única. Se presenta el dilema de reproducir la lengua extranjera en las
“exigencias peculiares” de la lengua en la que traduce el texto. Se realizan
varias tentativas y ninguna será la definitiva.
El trabajo del traductor
guarda cierta semejanza con la escritura del académico. Ambas son de segundo grado, es decir, sobre un
texto. En ambos casos estamos hablando de una actividad que afecta el texto
original y al idiotopo Alfa. Mientras que el
texto crítico me aporta un nuevo acercamiento (interpretación-comprensión) del
texto original y su idiotopo, la traducción me da un texto distinto del
original.
- De manera que no podemos decir, que leemos tal novela china o islandesa. Leemos, en realidad, la traducción en español de tal novela.
- Lo mismo podemos decir de los cuentos de Edgar Allan Poe traducidos por Cortázar o Las Hojas de Hierba de Whitman traducidos por Borges. En ambos casos, leemos a Poe-Cortázar, Whitman-Borges.
La diferencia entre académico y traductor es la libertad creativa que tiene el primero
respecto al segundo. El traductir tiene que reproducir de manera más fidedigna el
semiotopo cultural, social, textual del texto original.
Por último, sorprende que a pesar de la distancia
que existe “entre los componentes socio-culturales, las condiciones de
observación” del texto y el lector, distancia casi abismal cuando se trata de
culturas tan dispares como digamos la japonesa y la mexicana, o culturas tan
alejadas en el tiempo, como la Grecia Antigua, a pesar de ello siga existiendo
una comunicación significativa entre ambos. Esto debe causarnos gran admiración
no sólo por el texto original, sino por la labor de traducción capaz de llenar la “indeterminación de los códigos
lingüísticos y de los sistemas textuales”.
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