Thursday, 24 January 2013

Blancos

El blanco como un “no signo” o  campo textual de energía mínima.

En la ciencia, el vacío es el requisito del sistema, y varía de acuerdo con el mismo sistema, no hay un solo vacío sino multiplicidad de vacíos. Lo mismo podemos decir en la música, donde el silencio se marca con un signo visual, necesario para que exista la música.

El silencio como algo a lo que podemos dar significado en el habla. Las novelas suelen decir de manera significativa: “X guardó silencio” "hubo un silencio de varios segundos". Pero esta función la solemos pasar por alto erróneamente en el texto debido, quizá, a la calidad muda del papel. No obstante el blanco tiene varios significados y cargas semánticas.

1) En primera instancia, existe el blanco como tema poético; la página en blanco que, en ocasiones, puede convertirse en un hecho concreto. Un ejemplo de ello es la novela Tristram Shandy y la página en negro, a manera de pausa o símbolo de la muerte.

2) Tenemos, en segunda instancia, el blanco que aporta la estructura de la trama. Son ellos los que marcan el espacio en el cual se narra un texto. Una novela del siglo XIX, Guerra y Paz, esté dividida en fragmentos mucho más extensos que una novela de finales del siglo XX. Este hecho no es gratuito. En el siglo XIX la atención del lector soporta periodos largos de tiempo, la lectura involucra horas de concentración. En el XX, la atención es mucho más fugaz, con el zapping, el internet, un lector puede estar atento durante una o dos páginas.  En el siglo XIX se busca una mímesis con la realidad, una verosimilitud de lo narrado. Capítulos más extensos requieren una inmersión en lo leído, una abstracción del contexto. En el XX, revelado el contrato de verosimilitud con el lector, importa causar una impresión, sorpresa, asombro. En el siglo XIX, el lector-escritor busca un mejoramiento en la literatura, ya sea de las costumbres, la desigualdad social, el humano. La literatura como una herramienta cultural de enseñanza. De ahí que se deba desarrollar en espacios largos a manera de Tratado. En el XX, la literatura, más modesta, busca entretenimiento, o destellos de lucidez y enseñanza, a manera de Aforismos.    

3) Al interior del texto, un blanco puede tener varias funciones. Por ejemplo, en la novela de Daniela Tarazona El animal sobre la piedra, tenemos una primera función enfática. Cuando el testigo encuentra a la mujer-reptil desmayada en la playa y la auxilia llevándola a su casa, le sigue una descripción sucinta de la casa, un blanco y luego la frase:

“El hombre se ha vuelto mi compañero”

Seguida de otro blanco. Durante el viaje en avión, después de una descripción de la tierra vista desde el cielo, viene un blanco, luego la frase:

Mi madre desapareció porque se cuerpo se volvió humo

Seguida de otro blanco. En ambos casos la frase nominativa de una estructura gramatical simple resume de manera tajante lo sucedido. El blanco que la rodea es un silencio aquiescente y completo. No hay lugar para disquisiciones ni explicaciones, éstas salen sobrado. El blanco se vuelve como la superficie lisa de una piedra.
En segundo lugar tenemos la función que podemos denominar de silencio. El texto aborda el mismo tema con distintas variaciones. Sin el silencio la variación podría caer en lo repetitivo, con él, se armoniza con una pausa. Aquí el ejemplo más claro: 

Al despertar me miro la piel, la noto más blanca, incluso creo que tiene otra consistencia.

Me pellizco, froto una mano contra la otra. No siento con la misma intensidad que antes. Mi tacto ha disminuido.
La comezón sigue, si me rasco incrementa pero no puedo dejar de hacerlo.

La adolescente despierta, tiene un sueño envidiable.
Veo que en algunas partes de mis brazos la piel se desprende. (32)

La repetición, atenuada por los detalles, implica un hecho inevitable que se va gestando ante nuestros ojos. Sin los blancos la sensación de proceso en gestación quedaría perdida. El blanco es el transcurrir del tiempo en el espacio. La variación aporta una sensación de espiral en la que los blancos van marcando los escalones o gradaciones distintas.
El blanco cuya función sirve de marcador cronológico es quizá el más común. Sirve para transportarnos en el espacio y el tiempo sin necesidad de una explicación anecdótica. La narradora lo usa de manera regular en su escrito:

          He llegado a mi destino, estoy aliviada.
          Compro el boleto de tren en la taquilla del aeropuerto. Tomo un café.

Debo haberme quedado dormida al ocupar el asiento del vagón porque no recuerdo cuándo comenzó a moverse. (37)

Es decisión del lector construir la trama faltante o ignorar lo sucedido en ese lapso de vacío. Una vez cubierto el vacío, lo siguiente es preguntarse por qué surgió un blanco en tal o cual frase. Es decir, ¿cuál es la importancia de la última acción antes del blanco y la primera que le sigue? En este caso, por ejemplo, la frase “Tomo un café” representa un hecho aparentemente trivial. ¿Por qué no intervenir antes y saltar hasta la escena del tren? ¿Cuál es la intención al dejar el hecho de que la mujer-reptil se tomó un café? ¿El narrador quiere señalar la extrema fatiga del personaje que, a pesar de tomar un café cayó dormida, o quiere tipificar a su personaje como alguien con una costumbre específica? Este marcador se diferencia de la función de silencio porque en aquel teníamos un mismo tema tratado en espiral, con una variante de detalles, en este caso tenemos un avance de la anécdota. 
          Por último, la función digresiva. Después de describir las sensaciones que la hacen sentirse embarazada, viene un blanco y después la pregunta:

“Si estoy transformándome en un reptil, ¿mi descendencia será ovípara?”

Sin responder a la pregunta le sigue un blanco de mayor extensión de lo normal, y otro párrafo donde se menciona una posible hospitalización durante un periodo de tiempo que la mujer-reptil no recuerda.

4) Por último, el espacio en blanco como la firma del poeta, la puerta de acceso a su poética, aquello que lo define. Esto según Vicente Luis Mora en Pasadizos.

“Una interrelación real entre una persona o sus ideas y un espacio o su representación. Esta larga operación histórica de destilación arquitectónica de la mente lleva a una situación por la cual el espacio aparece como pregunta previa al creador, como un prius a la escritura; sólo después, cuando el poeta haya encontrado su lugar en el espacio, podrá servirse de él para reforzar su personalidad, hasta el punto de poder utilizarlo como firma, como representación ideal de su propio yo.”(106)

“La distribución 'en terrazas' de los versos de Maiakovski, Paul Evans o Víctor Botas, las elaboraciones líquidas de e. e. cummings, el estimulante collage de Eliot, las inacabables tiradas de versos de Neruda, los sonetos corridos de Borges, la errancia del signo en los poemas de Ullán, la descomposición subjetiva transmutada en sintáctica en los versos de Félix de Azúa o Ignacio Part (…) las reconocibles formas abiertas de los Topoemas de Paz, la estética del silencio de Ada Salas o Valente (…) suponen una auténtica firma de la obra; un sello físico que descubre la paternidad del poema, por encima y de manera más eficz que el propio estilo lírico. Una poética, en fin, por encima de la poética: ese código ideográfico que decía Álvarez Ortega” (103)

Y Luis Felipe Fabre escribe. Leer agujeros es entender que los huecos que llagan un texto son también una escritura: el braille de lo desaparecido. Es poner el dedo en la llaga y decir « llaga »”. (12)

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