El blanco como un “no signo” o campo
textual de energía mínima.
En la ciencia, el vacío es el requisito del sistema, y varía de acuerdo con
el mismo sistema, no hay un solo vacío sino multiplicidad de vacíos. Lo mismo podemos
decir en la música, donde el silencio se marca con un signo visual,
necesario para que exista la música.
El silencio como algo a lo que podemos dar significado en el habla. Las novelas suelen decir de manera significativa: “X
guardó silencio” "hubo un silencio de varios segundos". Pero esta función la solemos pasar por alto erróneamente en el texto debido, quizá, a la calidad muda del papel. No obstante el blanco tiene varios significados y
cargas semánticas.
1) En primera instancia, existe el blanco como tema poético; la página en
blanco que, en ocasiones, puede convertirse en un hecho concreto. Un ejemplo de ello es la novela Tristram
Shandy y la página en negro, a manera de pausa o símbolo de la muerte.
2) Tenemos, en segunda instancia, el blanco que aporta la estructura de la
trama. Son ellos los que marcan el espacio en el cual se narra un texto. Una
novela del siglo XIX, Guerra y Paz,
esté dividida en fragmentos mucho más extensos que una novela de finales del
siglo XX. Este hecho no es gratuito. En el siglo XIX la atención del lector
soporta periodos largos de tiempo, la lectura involucra horas de concentración.
En el XX, la atención es mucho más fugaz, con el zapping, el internet, un
lector puede estar atento durante una o dos páginas. En el siglo XIX se busca una mímesis con la
realidad, una verosimilitud de lo narrado. Capítulos más extensos requieren
una inmersión en lo leído, una abstracción del contexto. En el XX, revelado el
contrato de verosimilitud con el lector, importa causar una impresión,
sorpresa, asombro. En el siglo XIX, el lector-escritor busca un mejoramiento en
la literatura, ya sea de las costumbres, la desigualdad social, el humano. La
literatura como una herramienta cultural de enseñanza. De ahí que se deba
desarrollar en espacios largos a manera de Tratado. En el XX, la literatura,
más modesta, busca entretenimiento, o destellos de lucidez y enseñanza, a
manera de Aforismos.
3) Al interior del texto, un blanco puede tener varias funciones. Por
ejemplo, en la novela de Daniela Tarazona El
animal sobre la piedra, tenemos una primera función
enfática. Cuando el testigo encuentra a la mujer-reptil desmayada en la
playa y la auxilia llevándola a su casa, le sigue una descripción sucinta de la
casa, un blanco y luego la frase:
“El hombre
se ha vuelto mi compañero”
Seguida de
otro blanco. Durante el viaje en avión, después de una descripción de la tierra
vista desde el cielo, viene un blanco, luego la frase:
“Mi madre
desapareció porque se cuerpo se volvió humo”
Seguida de otro blanco. En ambos
casos la frase nominativa de una estructura gramatical simple resume de manera
tajante lo sucedido. El blanco que la rodea es un silencio aquiescente y
completo. No hay lugar para disquisiciones ni explicaciones, éstas salen
sobrado. El blanco se vuelve como la superficie lisa de una piedra.
En segundo lugar tenemos la
función que podemos denominar de silencio.
El texto aborda el mismo tema con distintas variaciones. Sin el silencio la
variación podría caer en lo repetitivo, con él, se armoniza con una pausa. Aquí
el ejemplo más claro:
Al despertar me miro la piel, la noto más blanca,
incluso creo que tiene otra consistencia.
Me pellizco, froto una mano contra la otra. No
siento con la misma intensidad que antes. Mi tacto ha disminuido.
La comezón sigue, si me rasco incrementa pero no
puedo dejar de hacerlo.
La adolescente despierta, tiene un sueño envidiable.
Veo que en algunas partes de mis brazos la piel se
desprende. (32)
La repetición, atenuada por los
detalles, implica un hecho inevitable que se va gestando ante nuestros ojos.
Sin los blancos la sensación de proceso en gestación quedaría perdida. El
blanco es el transcurrir del tiempo en el espacio. La variación aporta una
sensación de espiral en la que los blancos van marcando los escalones o
gradaciones distintas.
El blanco cuya función sirve de marcador cronológico es quizá el más común. Sirve para
transportarnos en el espacio y el tiempo sin necesidad de una explicación
anecdótica. La narradora lo usa de manera regular en su escrito:
He
llegado a mi destino, estoy aliviada.
Compro
el boleto de tren en la taquilla del aeropuerto. Tomo un café.
Debo haberme quedado dormida al
ocupar el asiento del vagón porque no recuerdo cuándo comenzó a moverse. (37)
Es decisión del lector construir
la trama faltante o ignorar lo sucedido en ese lapso de vacío. Una vez cubierto
el vacío, lo siguiente es preguntarse por qué surgió un blanco en tal o cual
frase. Es decir, ¿cuál es la importancia de la última acción antes del blanco y
la primera que le sigue? En este caso, por ejemplo, la frase “Tomo un café”
representa un hecho aparentemente trivial. ¿Por qué no intervenir antes y
saltar hasta la escena del tren? ¿Cuál es la intención al dejar el hecho de que
la mujer-reptil se tomó un café? ¿El narrador quiere señalar la extrema fatiga
del personaje que, a pesar de tomar un café cayó dormida, o quiere tipificar a
su personaje como alguien con una costumbre específica? Este marcador se
diferencia de la función de silencio porque en aquel teníamos un mismo tema
tratado en espiral, con una variante de detalles, en este caso tenemos un
avance de la anécdota.
Por
último, la función digresiva.
Después de describir las sensaciones que la hacen sentirse embarazada, viene un
blanco y después la pregunta:
“Si estoy transformándome en un
reptil, ¿mi descendencia será ovípara?”
Sin responder a la pregunta le
sigue un blanco de mayor extensión de lo normal, y otro párrafo donde se
menciona una posible hospitalización durante un periodo de tiempo que la
mujer-reptil no recuerda.
4) Por último, el espacio en
blanco como la firma del poeta, la puerta de acceso a su poética, aquello que
lo define. Esto según Vicente Luis Mora en Pasadizos.
“Una
interrelación real entre una persona o sus ideas y un espacio o su
representación. Esta larga operación histórica de destilación arquitectónica de
la mente lleva a una situación por la cual el espacio aparece como pregunta
previa al creador, como un prius a la escritura; sólo después, cuando el
poeta haya encontrado su lugar en el espacio, podrá servirse de él para
reforzar su personalidad, hasta el punto de poder utilizarlo como firma, como
representación ideal de su propio yo.”(106)
“La
distribución 'en terrazas' de los versos de Maiakovski, Paul Evans o Víctor
Botas, las elaboraciones líquidas de e. e. cummings, el estimulante collage de
Eliot, las inacabables tiradas de versos de Neruda, los sonetos corridos de
Borges, la errancia del signo en los poemas de Ullán, la descomposición
subjetiva transmutada en sintáctica en los versos de Félix de Azúa o Ignacio
Part (…) las reconocibles formas abiertas de los Topoemas de Paz, la
estética del silencio de Ada Salas o Valente (…) suponen una auténtica firma
de la obra; un sello físico que descubre la paternidad del poema, por
encima y de manera más eficz que el propio estilo lírico. Una poética,
en fin, por encima de la poética: ese código ideográfico que decía
Álvarez Ortega” (103)
Y Luis Felipe Fabre escribe. “Leer
agujeros es entender que los huecos que llagan un texto son también una
escritura: el braille de lo desaparecido. Es poner el dedo en la llaga y decir
« llaga »”. (12)
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